ESA NOSTALGIA DE MI por María Amelia Díaz

 

A veces a uno la vida le lleva la sonrisa, lo transforma en un robot (hay un robot que toma mi forma, rígido, oxidado, de mirada fija y ciega), es en ese momento, frente a la muerte real o metafórica de aquello que amamos, cuando nos retrotraemos en nuestras valvas. Igual que los moluscos que se cierran ante el peligro aparece un resto de nuestra conducta animal. Podríamos preguntarnos qué sucede con el dolor que hace reaccionar de este modo y nos lleva a momentos en que nos replegamos  a nuestro propio centro. Una mirada inquisidora nos llevaría a comprender que es entonces cuando navegamos nuestras mayores profundidades, cuando somos penetrantes observadores de nosotros mismos, pero es también cuando nos desdoblamos para estudiarnos con nuestra propia mirada . Nos obligamos a convertimos en extranjeros, extranjeros de lo que nos rodea y ajenos de nuestro propio ser

(Aquí ni nuestros propios huesos nos pertenecen / Este es mi exilio / Extranjera de mi/ Exiliada del pasado/ una gota de lluvia extranjera/ El vino tiene el sabor de los expulsados hasta llegar al propio título del libro; “Esa  nostalgia de mí”) todo en la obra arriba a obligados desdoblamientos. Es entonces cuando el mundo se muestra distinto a lo que siempre se ha creído y es entonces también cuando la mirada sobre las cosas se transforma, obliga a una sabiduría que muestra como el sufrimiento nos trasciende y nos hace comprender en alguna medida el sufrimiento ajeno, ahora el yo es también el nosotros, nos fraterniza y nos humaniza en nuestra común experiencia de vivir. “Estando tu mismo lleno de llagas, eres médico de otros” escribe Eurípides,

Se ha transitado el Exilio y el Desamor. La mirada del poeta se ha vuelto sobre los otros y hace surgir con toda su fuerza las imágenes: el pasto, las palomas, los pájaros y las luciérnagas mezcladas con los jacarandaes, el aroma de los tilos y las gotas de la lluvia fresca (que enhebran la felicidad) son el marco paraíso donde en oposición la realidad destaca aún más la pena porque allí aparecen, la vagabunda, la loca, los sin techo, y toda la soledad de los seres tristes, solos y marginales, los solos de la mano extendida en medio de todos y sin respuesta.

Esa nostalgia de mi que engloba a los otros nos eleva desde la imagen precisa a la metáfora creativa, sublima el propio dolor (Soy el dolor, que de tan viejo, se ha quedado como yo, solo) y lo transforma en poesía ofreciéndonos su propia y compartida experiencia.

La poeta se ha replegado, ha vivido los extremos de la tensa cuerda de la vida, el amor y el desamor, y ahora entrega el poema como un objeto precioso, el poema que sana el alma por medio de la belleza.

Los poemas de Susana son esos lugares íntimos, esa vestidura donde todos nos reconocemos pero que aquí reviven y re sufren   y que en el fondo, nos están  hablando de aquellas tres preguntas que, como observa Kant, el hombre puede llegar a hacerse pero que quedan sin respuesta cierta: la pregunta por la libertad, la pregunta por Dios y la pregunta por la eternidad.

 Podríamos nominar a este nuevo trabajo como  una ascensión a la belleza a través del sufrimiento humano porque “Esa nostalgia de mí” nos acerca la voz poética que mira la vida como si la viera en un espejo en el que se reconoce parte y extranjera a la vez y al hacerlo nos lleva a compartir  caminos  y memorias que se sitúan en un mundo lejos del mundo en el que habita aquella que eras tu cuando no era yo.

La poeta se ha replegado y se ha exiliado de sí,  su poesía es flor y fruto de lo vivido, por eso que hay que señalar otro fuerte ingrediente que atraviesa todo el libro, el tiempo: calendario, reloj, eternidad, el tiempo siempre es nominado protagonista

En forma de estaciones: (el invierno crepita su frío de lunes / este otoño amargo / los jacarandáes hablan de primavera/ estaré con él para esperar el verano)

En forma de días: (sol de octubre,de mañana / un país que se llama sábado/ todo brilla bajo el sol de las doce)

Se nos descubre un tiempo que no permite retrocesos y es el único culpable del exilio nuestro, porque nos empuja en forma permanente fuera del amor, de la infancia, de los días de sol y de los días de lluvia, el tiempo nos exilia de la vida  y sólo nos permiten el amparo de la memoria, único resguardo de los momentos felices, único lugar donde volvemos  a nuestro antojo en busca de la sonrisa perdida que esperamos volver a alcanzar (hay algo más allá del abismo , que alberga la vida. Por eso, entonces puedo llamarte para que vengas, caminar hasta tu reino, puedo escuchar en tu nombre la felicidad)

porque la memoria también permite la esperanza y allí es donde arriba el poemario(Si pienso en la palabra sol, estoy en la ternura de todos los que amé: ladridos, sonrisas, trinos, mediodías que hacen jóvenes los sueños)

Para Platón, la Belleza es una identificación final de la Verdad, la Bondad y el Amor. En su visión idealista del mundo y del hombre, nos marca la Belleza como meta y camino de perfección, camino que el dolor purifica.

Belleza y dolor  son os que se aúnan en “Esa nostalgia de mí” para entregarnos esta poesía tan vital y profunda donde el poema no solo constata sino que repara; las cicatrices del poema son las imágenes y las metáforas que saben abrigar y dar consuelo, y lo hacen dentro de la belleza de la palabra que las articula.

  




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