Antonio Aliberti - La poesía como pasión 
por Luis Raúl Calvo


                                            
 Nació  en Barcellona Pozzo di Gotto, Provincia de Messina (Sicilia, Italia) el 15 de Diciembre de 1938. Se radicó en Argentina el 1° de noviembre de 1951. En 1984 tomó la ciudadanía argentina.

En los comienzos vivió en el Barrio Devoto y luego se trasladó a San Antonio de Padua, para afincarse en Merlo a partir de los años 60.

Poeta, narrador, traductor y crítico literario, su primer libro, “Poemas”, lo publicó en 1972. A  partir de allí se transformó en un incansable difusor de la poesía y de la cultura en general, colaborando en diversas publicaciones del país y del exterior.

Su obra figura en numerosas antologías de poesía y cuento siendo traducida a varios idiomas.

Como traductor realizó una tarea infatigable y generosa dando a conocer en nuestro país a más de cien poetas italianos, realizando un trabajo similar en Italia con poetas argentinos e hispanoamericanos.

Dirigió la Revista “Zum-Zum”, una publicación bilingüe de alcance internacional.

Fue colaborador permanente de la Revista “Generación Abierta” (*) -la cual se encuentra bajo mi dirección-, prácticamente desde sus comienzos, enriqueciéndola con artículos de gran valía.

Recibió diversos premios literarios en Argentina, Italia y España; entre ellos, en nuestro país el Premio Municipal de Poesía.

En 1991, Ediciones Correo Latino publicó el libro “Apuntes de 20 años”. Antología poética, de Antonio Aliberti, el cual reunió una selección -realizada por el autor- de  poemas de sus libros “Tráfico” (1974), “Cuestión de piel” (1978), “Ceremonia Íntima” (1975), “Estar en el mundo” (1979/80), “Mareas del tiempo” (1981), “Lejanas hogueras” (1981), “Límites posibles” (1983), “Cuartos contiguos” ( 1986), “Todos recordaron a Casandra” (1987), “Delicado equilibrio” (1991), e inéditos (1990-91).

Con posterioridad publicó otros libros, entre los cuales se destaca el poemario  “Incierta vocación”, editado por la Editorial Plus Ultra en 1995 y con el cual obtuvo el Primer Premio Internacional Pigmalion Lettres (1994) en París (Francia).

Alguna vez Antonio Aliberti dijo: “Definir una postura estética referida a la poesía es siempre difícil, puesto que el poeta está continuamente buscando un modo de expresión que no se resuelve nunca. En todo caso esa también puede ser una postura estética: ir descubriéndose mientras se está elaborando la obra. Mi poesía habla de mí y de mi entorno, mi preocupación es el destino del hombre. No puedo ser feliz mientras veo que mis congéneres siguen siendo explotados en sus justas aspiraciones como hace miles de años. La cultura del trabajo ha sido devastada, la globalización se funde con la pérdida de los sueños. Y en ese sentido, esa es la tarea del poeta: cuidar los sueños, defender las utopías, gritar (es un modo de decir) que todo es posible todavía”.

Tal vez uno de los poemas que mejor refleje esta postura frente a la vida y el arte sea uno de los últimos que escribió, en los albores  de la informática y de la globalización:

 

Internet

No renuncio a entrar a la red
y ser un punto virtual
entre millones de puntos virtuales
de todo el universo. Acepto el juego.
A lo que me opongo es a renunciar
a la caricia, a la palmada en el hombro
y, sobre todo, a prescindir
del antiguo saludo del sol,
los dedos de la lluvia
meciendo mi escasa cabellera.
Adhiero a la ilusión,
pero aspiro a la necesidad
de que el hombre se conmueva por el hombre.

 

Para aquel -como en este caso- que tuvo la suerte de ser su amigo y de trabajar juntos en proyectos culturales, este poema no es ni más ni menos que  una fiel radiografía de lo que fue Aliberti: un ser de una plena lucidez intelectual, con la plasticidad necesaria para adecuarse a los cambios,que siempre tuvo presente la problemática de la condición humana y sus vicisitudes y nunca renegó de ellas, para aprovecharse de las modas de turno, como sí lo hicieron otros, traicionando lastimosamente sus propios ideales. Aliberti fue fiel a sí mismo hasta el final y eso engrandece aún más al  gran poeta y artista que -a pesar de su ida-  sigue estando presente, a través de la lectura de sus textos.

Parte de un lenguaje coloquial, intimista, que indaga profundamente en las zonas más oscuras y recónditas de nuestro espíritu. Él nos lo dice así:

°... Para entender que pasa en nuestro adentro
hay que mirarse a los ojos fíjamente°.                   

Esa mirada introspectiva, que recorre los hechos y vivencias cotidianas –algunas hasta triviales- que las personas  viven  en su diario existir, él la transforma  en una crónica poética de real magnitud, con cierta ironía y sarcasmo que equilibran ese decir melancólico y evocativo que por momentos caracterizan su poesía. Como en este caso:

 

... Pero me veo como un perro
que no va a ninguna parte,
un perro que ha sido domesticado por
los hombres,
-casi un hombre-
(no hay nada peor que un perro
que se parezca a un hombre,
me hago cargo de la humillación).

 

Esta preocupación por el hombre y sus circunstancias se termina de materializar en uno de los libros más elogiados por la crítica: °Todos recordaron a Casandra°, publicado en 1987.

Aquí  saca a relucir con gran fuerza expresiva una  poética ligada en gran parte de su obra a la marginación y a la  explotación del hombre por el hombre mismo. Aquí más que nunca es Aliberti y la humanidad entera, es Aliberti y el fracaso de una civilización hundida cada vez más en un pozo ciego, pero es también  Aliberti y su enorme llama creadora, simbolizada  en  la figura mitológica de Casandra como portadora de ese sin sentido universal.

 

Como en el poema °Los desamparados°, en el cual el autor nos dice:

Hay que reclutar a los desamparados
cada día uno más para engrosar las filas del olvido:
(desamparados del mundo
sin exclusión de credos ni de razas
dueños de un solo ojo que mana un mismo
sentimiento);
reunirlos
hablarles
convencerlos para que acerquen su desdicha
susurrarles la urgencia, la paciencia de levantar
la montaña más grande que nunca se viera
de levantar la idea, el derecho a la vida:
(muchos desamparados abultan más
que un poderoso);
hay que reclutar a los desamparados
ponerles un sello, una misma mueca en la cara
que nadie pueda confundirlos así como así.

En 2000 viajó con su señora a Italia para recibir el Premio “Eugenio Montale”, el cual le fue otorgado en un clima de profunda emoción -entre otras cosas porque era la primera vez que volvía a su país de origen, luego de establecerse en Argentina, a muy temprana edad-, pero a las pocas horas sufrió una descompostura por lo cual luego de una breve internación allí, fue trasladado con urgencia a nuestro país, falleciendo el 29 de Julio de dicho año.

Pocas horas antes de morir, nos dijo a Julio Bepré, Amadeo Gravino y a quien escribe estas líneas, -amigos y compañeros de la coordinación del Café Literario “Montserrat”, el cual a partir de su partida, por nuestra iniciativa lleva su nombre- en el  sanatorio donde estaba internado:  ”Se dan cuenta muchachos, hasta cuando gano, pierdo”. Hondas y sabias reflexiones, dichas desde el dolor por la cercanía con la muerte, acerca del  destino muchas veces trágico del ser humano.

                                                               

                                                                                                       Luis Raúl Calvo
 

 

(*) En el sitio web de la Revista “Generación Abierta”, www.generacionabierta.com.ar pueden leerse algunos de  los artículos escritos por Antonio Aliberti.

 

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