Prólogo de "Coreando poemas" de Liliana Varela y Elisabet Cincotta por Susana Cattaneo.

 

Si pensamos que en lo más profundo de los seres humanos está la necesidad de amor, el miedo al abandono y el temor a la soledad y quisiéramos encontrar esto plasmado en poesía, nada mejor que leer el libro “Coreando poemas”.
Aquí la poesía es la heráldica del dolor frente a la imposibilidad de la completud; no hay escritura o lirismo fácil. Lo poético es un juego emotivo y la búsqueda del afecto. Hay un peso muy fuerte sobre el drama humano, un gemido agónico y un agonismo de la espera.
Rilke habla de una “ausencia ardiente” y esto se destaca en varios poemas, como ser, en estos versos: “mi alma es estepa estéril, desierto inerme que sólo busca una tumba como el errante”…”y “mis manos se fueron de tus manos”…”roímos la nostalgia encadenando besos de fracaso y nos fuimos de nosotros”.
La poesía expresa lo inexpresable porque en ella surge una dimensión que es difícil nombrar de otra forma. El sentimiento que envuelve las palabras que forjan cada verso, hace que éstas puedan traducir su mensaje.
“Coreando poemas “ es un tributo al destino cuyas autoras imbrican inteligentemente las emociones más profundas y más dolorosas:”de sepia vistió la vida nuestra escena”. Paul Celan dijo que la poesía es la fatalidad única del lenguaje; por eso Liliana Varela e Isabel Cincotta eligieron escribir este poemario para expresar lo más profundo de su sentir. Estas poetas encuentran la palabra no encontrada; escriben de forma descarnada,con  imágenes  extralúcidas que promueven en el lector fuertes sentimientos encontrados, dado que se lee que la existencia es un tiempo de caída.
Ellas se rigen por lo espontáneo; son crudamente sinceras en su expresión, lo que hace que su componente literario sea un arte.
Este libro está construido de manera bidimensional: son dos poetas, dos sentires. El que cada lector juzgue y aprecie una momentánea elección por una o por otra es un hecho posible. Se sabe que el lenguaje como cuerpo abstracto no es en sí el receptor último del quehacer poético, sino el complemento en la otredad de quien escribe, de quien lee y re-escribe la palabra.
Sin embargo, Isabel Cincotta y Liliana Varela, parecen una misma persona que encadena vivencias, deseos, amores y por sobre todo el dolor no sólo de la ausencia, sino del sentimiento trágico del vivir. La soledad existencial es lo que vemos detrás de las palabras.Leemos: “mis manos asirán el naufragio”…”el reloj no resuelve nada”…”el ser anda furtivo de sí”.
Por momentos las autoras murmuran su poesía; otros la gritan a toda voz advirtiéndonos que la compañera de este viaje a través de estas páginas es la avidez de otro, otro-amante, compañero de vida que se escurre como agua por el entramado del deseo y la necesidad de dicha. El dolor y la esperanza surcan lo inasible de la vida y en cada nuevo viaje (verso tras verso), las poetas saltan audaces hacia un nuevo vacío creando otros territorios emocionales. Allí perdura la creación, la originalidad de tomar todos los poemas como uno solo sin que se suelten entre sí, tan bien encadenados están por los epígrafes que los mantienen unidos.
El espacio interno se exterioriza y tiñe de sentimiento cada tramo de tiempo en el que estamos leyendo.
La empatía entre el mundo interior de cada poeta para con el de  la otra, fue, sin duda, lo que permitió que trabajaran juntas en la elaboración de este poemario. Peregrina de él, aconsejo leerlo porque todos nos identificamos con su contenido, ya que éste es, ni más ni menos, la esencia humana.

                                                                           



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