Gabriela
Yocco ARGENTINA
volver
con
el rostro lleno de lluvia
al
lugar antiguo
donde
se aloja la presencia
-nada
es como dicen
esas
palabras con que intento
mentirme
una historia-
la
infancia fue un patio calcinado
dos
gorriones cayendo en la tormenta
y
una chapa enorme
para cubrir
la muerte de la inocencia
hay
una pausa en el torbellino
un
oasis en medio de la escarcha
entonces
ocurren tus manos
como
un cardumen de niebla
y
soy pez sorprendido
que
quiere huir
pero queda
atrapado
en la urdimbre sutil del tacto tuyo
y
los ojos
-siempre los ojos-
buscando
la respuesta
esa palabra clara
que quizá no exista
no
es la noche que golpea en las ventanas
no
es el latido de mi corazón
-animal empecinado-
descontando
camino en el camino
no
es el llamado invisible de mis muertos
no
es la boca clavada en desmesura
no
es el ademán torpe del amor
que vuelve
sino
mis manos
mis manos desesperadas
que
tallan en la oscuridad
el
esquivo rostro de la ventura
entonces
la tristeza
como
una fiera sin nombre
partió
la tarde con su mandoble de sal
mientras
el puente que tendí entre los mundos
de
acá y de allá tras la ventana
tiembla
en clavos que se fatigan
y
ante el abismo
siempre
cierro
los ojos
siento
que el vino se acerca a la sangre
el
humo del cigarrillo me plagia la
mirada
y
espero
a
que el terrible ángel del desamparo
aparte su ala de mí
pienso
en el polvo
ese
animal maldito
sobre
mi padre
todo en mi piel que no sea tu piel
es
ofensa
alacrán
que esparce su ponzoña en la parcela
[ más sensible de la carne
todo
en mi cuerpo que no sea tu cuerpo
es
invasión
pirata
con pies de demonio que me carcome
maleza
que hiere la pura desnudez de la
canela
todo
en mí que no seas vos es
en
fin
algo
ajeno
lejano
como
un astro amenazando caer
en
el centro del patio
que
guarda la ilusión de la infancia