Jorge
Cambiaso ARGENTINA
ENTREACTO
Hay en el aire olor a lluvias lejanas,
a tierras estériles, a húmedas nostalgias
de amores perdidos. Un ojo sin luz
apunta tenaz al pájaro asesino que
deliberado entona su canto de congoja.
El
trueno ensaya su golpe fatal y dispara.
Cae sin vida la sombra.
Obstinada pertinaz resucita la Muerte.
ADVERTENCIA
Callada
Impasible
acuna
al niño
la piedra.
Ignora
que lobos hambrientos
lo acosan,
que cobardes soledades
invaden sus espejos de intemperie
y
lo desabrigan de sus adentros
vacíos.
Que sueña incertidumbres y
lo devoran paciencias
que nada esperan.
Vuela de pronto de su costado
la sombra.
Vira
la piedra al rojo y un sol
ambarino asoma del poniente,
eleva plegarias de luces y
produce un asombroso
ritual de amaneceres.
Por conjuro de inmaculadas
esperanzas, se apiada del niño
y dolorosa
milagrosamente
la piedra
llora.
DESPOJOS
La casa apenas si respira.
La zozobra de los años poco a poco
la fue agotando.
Sólo
espectros de sombra
vagan indecisos
por la invisibilidad de la luz.
Voces de queridos olvidados
vacilan como el eco de un
adiós. Leve una mansa tristeza
tiñe de distancias los llanos
distraídos. Cansados olores ocupan
los rincones. Hay un gesto de abandono
en los muebles abatidos. Polvo de
vida
amontonan desabrigados devaneos.
Yo, último perdón de pronóstico
implacable,
asumo mi destierro.
Solo
indefensos espacios desbordan de
silencio
asesinos.
Matan.
EXILIO
Luciérnagas en los ojos tenues del
anciano dormitan la tarde.
Hay a su
alrededor como un vuelo anclado
a las
barras del infierno, un murmullo
de abril
desvestido de hojas, un cabalgar
hacia la
brújula que nunca marca el Norte.
De a poco su yo lo abandona en silencio
furtivo, ansioso, callado...
Busca el árbol perdido en la niebla
desorientada, aspira a encontrar
el Sur
de los otoños, el agua secreta del
viento,
el misterioso cementerio de los
pájaros.
PEZ
-"Como sed lejos del agua"
L. Marechal
Desanda vientos.
Persigue
angustias por piadosos esplendores.
Su
ojo abulia mi ojo
dolorido, muriéndonos de a poco
de tristeza.
Su fervorosa paciencia
-presagio de remotas ilusiones-
consuela,
desorientándonos.
Agobia su abúlico desgano
y su lento deambular
aumenta la congoja.
¿Somos él en el revés ferviente
y en
el inevitable ya no ser de su
agónica mirada?