Elena
S. Eyheremendy ARGENTINA
Tadzio
en el Rescate del Crepúsculo
Tadzio sonrió:
entreabriendo poco a poco
los labios en una sonrisa
elocuente, familiar, franca
y
seductora. Era la sonrisa
de Narciso inclinado sobre
el espejo del agua..
Thomas Mann
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Hasta
una Rosa
degollada
Exige a veces
la rendición
de los sentidos
Sobre todo cuando Trae entre el
perfume
el inhallable Mettray de Jean Genet
su salobre prisión su Fontevrault
palpables sólo en la tensión
de su espera
Dónde hallaré hoy
la sonrisa hechizada de Tadzio o
de Narciso
sino en el crepúsculo de
su contemplador
en su mirada rescatada de la pendiente
y en esa brusca Venecia
de la peste
A Thomas Mann
y su "Muerte en Venecia"
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Magnolia
Ocaso para el Invierno Inseguro
Sangró, madre,
sobre mí el otoño,
me quemó la nieve:
busqué mi corazón
para que llore, hallé
el aliento, ay, del verano,
él era como tú.
Me vino la lágrima.
Tejí el pañuelo.
(5)
Paul Celan
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Hoy no viniste
a Verme
y la tarde Sostuvo su débil
arquitrabe
bajo ese frío abrupto
No estuviste conmigo a la hora
en que la red opaca se Contrae
y del pliegue suntuoso
la maga Saca ocasos
como si Fuesen ramos de Magnolias
Primerito / hasta el Agua frágil
de los nocturnos se negaba a Fluir
Pero luego esa lágrima
me Tejió un pañuelo
como a Celan
Por eso solamente cuando Oyeras
que el inseguro invierno se prepara
a Narrar
algún matiz que Calla en
lo oscuro
no dejes de Venir
Y Trae las Magnolias de tu verde
costumbre
Yo Tendré una Rosa invisible
para Milton
Habrá también Gencianas
para Emily Dickinson
Irene Marks no Faltará
con su mágico ramo
de Alegrías.
A la poeta Irene Marks
(5) Trad. de la A.: "Blutete,
Mutter; der Herbst mir hinweg,
brannie der Schnee mich: /sucht
ich mein Hertz, daB es weine,
fand ich den Hauch, ach des
Sommers, /war er wie du. /
Kam mir die Trüne. Webt
ich das Tüchlein.
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Espada sobre
la Rosa
Es dura la vigilia entre las almenaras
Sobre todo cuando Ves encendida
otra blanca hilaza en la llanura
y tus linos Aguardan alrededor
Adónde habrán ido
a Parar tus teas
En la ermita ardiente sólo
Hallas candiles
agotados y para colmo la loca espada
Pende
sobre la cabeza de alguna de tus
Rosas
Nada te Espante A fin de cuentas
qué Sería de lal propia
saeta envenenada
si nuestro arco no Fuese tan azul
o no Tañese tan inesperado.
Los Hilos
de la Seda
Mas, llegado el cumpleaños
de Herodes, la hija
de Herodes danzó en
medio de todos gustando
tanto a Herodes que éste
le prometió bajo jura-
mento darle lo que pidiese.
La joven, instruida
primero por su madre, respondió:
"Dame aquí,
en una bandeja, la cabeza
de Juan el Bautista"
Mateo, 14,
6-8
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Fruto y precepto
Penden
de la misma rama de su letargo:
Anonadado parece Sucumbir Adán
entre fantasmas
y los secretos Reptan de la soberbia
llave
de su desobediencia
Es comprensible:
Muy a menudo crees
Reconocer la voz de Herodías
Pero si ante ti
el bien y el mal se ponen a Danzar
con los ciegos velos de Salomé
aunque las Lunas ciegas también
de los espejos
Dividan prolijamente sus manadas
los hilos de la seda vuelven
a Pedirle a tu Herodes
la cabeza de Juan