Estela Barrenechea ARGENTINA

EL HOSPITAL DEL MUNDO


1.

El dolor y cierta gente.

Paraliza.

Una telaraña de voces delante de los ojos.

Nadie se siente bien
en esta escuela del mundo.
Quien conozca la brigada ligera de la salud
sabrá con qué fuego se cuece
el orden de las cosas.

Voy a ser testigo
del carácter fantástico del cálculo.

Frente a esta gente,
no es extraño que cada sombra
petrifique mi mano.

Todos hacemos el viaje juntos
e intercambiamos opiniones
mientras el aire disminuye y el cuerpo
pesa en el olvido.

2.

Lo importante, dicen:
hacer un cuerpo seguro.

3.

Las huellas del dolor y sus líneas
innumerables
en el corazón de las manos,
en el pie desnudo
y en la cara.

Para mi sosiego
la tristeza rebota contra el colchón
y no contamina.
Espera dura.


4.

Oír el silencio, en la penumbra,
sobre un fondo de paredes rojas
crea algo que no cabe en la experiencia.

Por casualidad,
me detengo ante la sombra
palpitante del plátano
sobre la cama.

Tengo tan poco tiempo para soñar.


5.

La cruda luz
encima de mi cabeza.

Extraña y lenta la dosis:
su goteo
tiene el sabor del olvido.

El día tóxico cae sobre mis huesos.

Manos invisibles.
Corte de bisturí en el aire.

Un territorio cableado del corazón al intestino


6.

Como anular de obsidiana
se dibuja el instante.

Un círculo trágico
a través de los párpados.
Nada hay de nuevo.
Sólo mi voz

y el color carnal de la escena.

A cal y canto
la mano helada del viento.


7.

El hospital:
la usina sorda que ahoga.

El sonido te alcanza,
un mar de caracol en la cabeza.

Aquí estoy,
la luz del corredor
se cuela por la puerta;

el frío de la pieza
y la soledad.

El mundo se divide.
Por aquí, la mesa oblicua y desteñida
con el servicio nocturno.
Por aquel lado, el agujero de la calle
enciende la imaginación.

Mañana me iré caminando
como si no quisiera.


 
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