Miguel Madrid - ARGENTINA
MI QUERIDO PIANO
Era imprescindible
despedirme desde aquí,
necesario acariciar tú contorno,
invocar a la memoria
por la poesía creada.
Ya casi no veo la partitura amarilla
escapando a mis retinas.
Fue la escrita a mi primera ilusión,
tan bella como la Beatriz de Dante.
No faltaron la embriaguez
de las fugas de Bach,
el canto a la alegría
en las sinfonías de Beethoven,
el réquiem inacabado de Mozart.
Intento unos acordes,
no puedo expresar mis sentimientos
con sonidos armoniosos.
Los inviernos pasados están presentes,
aunque me vestí
para recibir la primavera.
¡Te estoy mojando
y con tu magia me devuelves notas
por cada lágrima caída!
Voy partiendo
con la penumbra de la tarde
y en la imaginación de mis oídos,
resuena la música inmortal
de mí querido piano.
CAMELIA
Solitaria y frágil te hallé
palpitando sobre
el añoso e imponente ombú,
que penetraba la tierra
recibiendo la savia de la vida.
Lejos estabas del rincón natal,
donde tus hermanas
yacían bajo el árbol
que les dió la existencia
o en el agua de una fuente
navegando sin puerto.
Quisiera conocer
a la mujer que con su mano
recogió y posó tu belleza
bajo la frondosa copa,
amparándote del sol
en la melancólica tibieza de la tarde.
Qué habrá sentido su corazón
expresando en los latidos
un recado de amor,
ahí presente.
Dudé en alzarte y cuando lo hice
mis manos acariciaron suavemente
tus tersos pétalos rosas y blancos,
así imaginé su piel.
Sin olores naturales,
aún perduraba el perfume
que ella te impregnó,
el de su cuerpo.
Aspiré y me dejé llevar por el paseo
en plenitud de ensueños.
Al tiempo regresé
con la decisión de llevarte conmigo,
de conocerte, de compartir mi deseo.
Caminé presuroso, empezaba a llover
y el viento heló la tarde,
ahora yo también podía darte resguardo.
Llegué corriendo, con felicidad.
¡No te encontré, te habías ido!
El desencuentro caló mi cuerpo, el alma,
te llevaste la ilusión,
me dejaste en soledad y con tristeza
preguntando por ti y por la dama.
NO MATARAS
Mis ojos no quieren ver
tanta pena y congoja.
Escombros de ciudades
de cuerpos esparcidos,
de sueños fenecidos.
Mi corazón no quiere latir
al compás de llantos
de niños perdidos.
Mi cuerpo se estremece a la distancia,
acompaña la angustia, la desazón.
Mi raciocinio se niega y pregunta
que religiones, ideas, intereses
lo han permitido.
¿Quién Dios tomó tu luz
y se cree iluminado?
Prefieren lo atroz de vidas truncadas
que jalonan el camino errado.
Gritos airados, odios enfrentados
¿Dónde están mis hermanos?
¿dónde están sus manos
que quiero aferrar?
Que no gatillen la muerte
con los fusiles del horror
Que alcen banderas de paz,
que estrechen la esperanza
de un mundo mejor.
Que sus voces reemplacen
las marchas de guerra
por una canción
de amor y amistad.
TU PINTURA
Estás frente a mí
hablando a través
de las formas
y colores del círculo cromático.
Me entrego
en estado virginal,
dejando penetrar
el mensaje de tu obra.
Con humildad busco
en la naturaleza,
concebida por tus fantasías y emociones,
la comprensión de la belleza.
Me alejo unos metros
para apreciarte,
respirar la atmósfera,
el clima creado.
Invade el momento
una inmensa paz,
sedante y misteriosa
sugestión poética.
El paisaje tiene
el encanto de un sueño,
placer profundo,
igual que una música.
Pintor y observador
estamos ahí,
la comunión del artista
con la mirada.
El ir y venir de los sentidos
van envolviendo
la armonía de la vida,
es el clímax.
No serás efímera,
venceré la amenaza latente del olvido,
me seguirás conmoviendo
aunque no te vea.
TE LLAMAN VILLA DE EMERGENCIA
Caminé por tus calles de barro,
donde la luna se cae
por el agujero de la noche.
Tus casillas se apiñan
como los habitantes fantasmas
en los pasillos estrechos.
Vivienda permanente y refugio ocasional
se mezclan las historias
de hombres y mujeres en cada anochecer.
Rostros marcados por miserias
y promesas incumplidas
de chantas de ocasión.
Miradas cargadas de desesperanzas
que ahondan y acompañan
las preguntas sin respuestas.
Chiquilines creciendo
con ejemplos enfrentados
Trabajo y delito.
Son hermanos
en el infortunio
de aquellos que dormitan
en veredas citadinas
bajo luces que reflejan
su pobreza.
Electricidad enganchada y antenas de TV
marcan tu ilusión de vivir
como refleja la novela comercial.
Pero vives la pelea cada día,
muy pocos ayudan
a cambiar tu realidad.
Se han perdido los valores,
las creencias,
la dignidad.
Aunque no es un consuelo,
habitante de la villa
te diré que en emergencia, está la sociedad
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