palabras
a cielo abierto
la palabra estalla
brota como gajo virgen
dama de mil quimeras
juguetea en la mirada inquieta
de quien la busca
libre en territorio abierto
roza el cauce del raciocinio
abraza utopías
y se escurre entre sueños
dónde queda
la palabra por decir
quién sostiene
la memoria del tiempo
esquiva poesía
A la Señora Poesía,
no hay que apurarla
Luis María Sobrón
te dejo fluir
no sé en qué tiempo
por horas muda
sin poder nombrarte
por horas acalote
arrasando las hierbas
que enredan las palabras
a veces plena
otras tantas anulada
por la sensación de fracaso
siempre como la primera vez
en el fluir del inconsciente
entre palabras calladas
y tatuajes bajo la piel
abrazada a una lágrima
o sumergida en el torbellino
de una felicidad transmutada
entre el espejo y la sombra
donde las horas rescatan
la porción de vida
que el tiempo presta
madre de soledades
en las calles
el amor se desliza
a corazón abierto
en los gestos sin palabra
en la mirada tímida o agresiva
en los años del tiempo
voraz juventud
madurez en recato
vejez aletargada
laten juntos los ritmos desparejos
la calle acuna
alegrías
angustias
madre de soledades
testigo del lecho indigente
donde un cuerpo se ovilla
con harapos
enmugrecidos de vergüenza
el tintineo de alguna moneda
corta el aire
la indiferencia
congela la sangre
sola
hembra sin cría
no hay voces
que la nombren
sus brazos cuelgan
en la languidez del abandono
la mirada nace a lo lejos
en dos huecos vacíos
camina
vestida con telas de miseria
en esta tierra fértil
donde la semilla
se convierte en árbol
y el árbol fija raíces
ella
tiene las raíces secas
entre cartones
y ropas mugrientas
se pierde en sus huellas