Adriana Arédez - ARGENTINA


 

Abriste levemente tu abrigo. Te tendí en mi pecho. No sabría más por días. Todo estaba preparado en el departamento que nos habían prestado. El aroma a sándalo y a mirra en cada habitación.

      ¿Qué soplo de infinito te ataba a mi lengua?
     
      ¿Qué para que no haya tiempo ya más?

       Flechas, flechas, flechas en las ijadas de la venadita.
    La comida en el horno. Velas de miel encendidas. La música. Te llevé esa vez un CD de Nina Simone. Bailábamos vestidos de gala.
       Corres hacia lo fugaz duermes en la piedra sacrificial. Te arrancas el corazón a cuajos ay venadita, prueba filo hasta dentro. Nada sangrará más que la sombra de metal en las entrañas. Nada sangrará más que el corazón fuera del cuerpo.

       “Había una mujer en mí, clara en mí, que vos habías encendido voraz, querido Bathory, sin saber que me despertabas de otras vidas para que pueda decir el amor, para que sea ungida por él.”

        Ay la venadita se detiene, ya fue alcanzada, no hay un resquicio de su cuerpo donde él no esté.
        Aúlla loca lejos, “él me hace dolor”.
        -Venadita llévalo adentro hasta que sea agua bendita en tus entrañas y nada más.
         Gira en cielo brumoso donde no hay imágenes que te devuelvan.
         Salta a la nada salva de estar perdida.

 

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