Edith
Sitwell (1887-1964) - INGLATERRA
Traducción:
Ricardo Baeza
CANCIÓN CALLEJERA
"Amad
mi corazón una hora, pero
mis huesos todo un día...
El esqueleto al menos sonríe,
pues tiene un mañana; pero
los corazones de los jóvenes
son ahora el oscuro tesoro
de la Muerte, y el verano ha quedado
solitario.
Consolad
a la luz solitaria y al sol en su
tristeza, venid
como la noche, pues terrible como
la verdad es el sol,
y a la luz muriente muestra sólo
el hambre de paz
del esqueleto, bajo la carne como
la rosa estival.
Ven
a través de las tinieblas
de la muerte, como viniste
antaño a través del
follaje de la juventud, a través
de la
sombra como la puerta florecida
que lleva al Paraíso,
lejos de la calle... tú,
la ciudad aún
por nacer vista por los desamparados
la noche de los pobres.
Andáis
por los caminos de la ciudad, donde
la sombra amenazante
del Hombre ribeteada de rojo por
el sol como Caín tiene una
forma cambiante: esbelta como el
Esqueleto, agazapada como el Tigre,
con la presteza y la vieja sabiduría
del Simio.
El
pulso que late en el corazón
tórnase el martillo que resuena
en
el Campo del Alfarero donde construyen
un mundo nuevo con
nuestros Huesos, y las inmundicias
que dejan caer y el clamor
durante el día de las rapaces
que se alimentan de carroña...
Pero
tú eres mi noche y mi sosiego,
la
noche santa de la concepción,
del descanso, la oscuridad
consoladora en que todos los hombres
son iguales: el réprobo
y el justo, el rico y el pobre no
son ya naciones separadas,
sino hermanos en la noche."
Tal
fue la canción que oí:
¡pero los Huesos son mudos!
Quién sabe si el son era el
de la luz muerta que llamaba,
de César haciendo rodar cuesta
arriba la piedra
de su corazón, o la carga de
Atlas despeñándose.