Nazim
Hikmet TURQUIA
EL
HOMBRE QUE AVANZA
(fragmento)
Camina
Levantada la frente,
Su amplia golilla roja al viento,
Avanza paso a paso,
Avanza rudamente,
Avanza.
Ruge
como el mar el viento.
Silba como el viento el mar.
Los faros en ambas direcciones pasan
raudos
Como estrellas errantes.
Le llegan voces
Desde las más lejanas playas
del corazón:
-¿A dónde te vas,
hijo...?
No, mi amor, no te vayas...
Quédate, hermano...
Irte tú, que sostienes el
hogar...
Vuelve atrás.
Pero él avanza paso a paso,
Avanza raudamente,
Avanza.
El sigue su camino
Silbando una canción de cólera
y de muerte.
Sigue adelante
Y su pecho es la proa de un navío.
Avanza paso a paso,
Avanza rudamente,
Avanza.
Quién sabe...
EL GIGANTE DE OJOS AZULES
Un gigante de ojos azules
amaba a una mujer pequeña
Cuyo sueño era una casita
Pequeña, como para ella,
Que tuviera al frente un jardín
con temblorosas madreselvas.
El
gigante amaba en gigante.
Su mano, a grandes obras hecha,
Mal podía construir los muros
Ni usar el timbre de la puerta
De una casita con jardín
de temblorosas madreselvas.
El
gigante de ojos azules
amaba a esa mujer pequeña
Que pronto se cansó, mimosa,
De tan desmesurada empresa
que no concluía en un jardín
con temblorosas madreselvas.
Adiós,
ojos azules, dijo.
Y, con graciosa voltereta,
Del brazo de un enano rico
Penetró en la casa pequeña
Que tenía al frente un jardín
con temblorosas madreselvas.
El
gigante comprende ahora
Que amores de tanta grandeza
No caben ni siquiera muertos
En esas casas de muñeca
Que al frente tienen un jardín
con temblorosas madreselvas.
LA
MUERTE
Pasen amigos míos. Tomen
asiento, pues.
Me imagino que entraron a mi celda
Por los barrotes de la ventanilla
para no despertarme:
No han volteado ni el botellón
del agua
Ni la cajita roja de remedios.
Están aquí, junto
a mi cabecera,
una mano sobre otra,
Y las caras con un fulgor de estrellas...
Bienvenidos, amigos: ¡qué
alegría me dan!
¡Qué
graciosos!
¡Yo, que los hacía
muertos!...
Y como yo no creo
en Dios ni en el otro mundo,
Lamentaba no poder convidarlos nunca
más
Ni con un cigarrillo.
¡Qué
gracioso!
¡Yo, que los hacía
muertos!...
Y ustedes se aparecen en mi celda...
Pasen amigos míos. Tomen
asiento, pues.
Bienvenidos, amigos: ¡qué
alegría me dan!
Hakim,
hijo de Osman,
¿Por qué me mira de
ese modo extraño?
Hakim, hijo de Osman,
Pero-¡es gracioso!
¿No era que se había
muerto usted, hermano,
En los docks de Estambul
acarreando carbón para un
buque extranjero?
Cayó, con bolsa y todo, dentro
de la bodega,
De donde lo sacaron con un guinche.
Y antes de irse a descansar del
todo,
Se lavó usted con su abundante
sangre
Su cara ennegrecida de carbón.
¡Quién sabe cuánto
sufrió usted ese día!
No
se queden de pie, tomen asiento.
Yo, que los hacía muertos...
Y ustedes se aparecen en mi celda,
con un fulgor de estrellas en la
cara.
Bienvenidos, amigos: ¡qué
alegría me dan!
Yakup,
Nativo de la aldea Kayalar:
¡Salud, querido viejo!
¿Así que usted tampoco
estaba muerto?
¿No era que se había
ido al cementerio,
a su pobre cementerio sin árboles,
Dejando a sus muchachos el hambre
y la malaria?
¡Qué calor espantoso
hizo aquel día!
¿Así que usted tampoco
estaba muerto?
¿Y
usted, Ahmed Djemil?
No me dirá que escribe todavía...
Si con mis propios ojos
Vi descender a tierra su ataúd.
Creo hasta recordar
Que el cajón era un poco
más corto que su cuerpo.
¡Deje eso, Ahmed Djemil!
Por lo visto, no perdió la
costumbre...
Pero ese frasco
tiene una medicina, no raki
¡Bebía usted de un
modo!
Bebía, desde luego,
Para poder juntarse
con unos pocos pesos diariamente
Y poder olvidarse del mundo en su
aislamiento.
Amigos
míos,
Yo, que los hacía muertos...
Y están aquí, junto
a mi cabecera,
una mano sobre otra...
Siéntense, siéntense.
Bienvenidos, amigos: ¡qué
alegría me dan!
Un
gran poeta persa, dijo: La muerte
es justa:
Con igual majestad hiere al pobre
y al Sha.
Hakim: ¿de qué se
asombra usted?
¿Nunca oyó hablar
de un Sha que murió de un
porrazo
trabajando en el puerto?
Un gran poeta persa dijo: La muerte
es justa...
Yakup,
querido viejo:
¡Qué lindo queda usted
cuando se ríe!
Nunca lo vi reírse de tal
manera
En vida...
Pero, aguarden un poco, a que termine:
Un gran poeta persa dijo: La muerte
es justa...
¡Deje,
deje ese frasco,Ahmed Djemil!
No se enoje en balde. Sé
lo que va a decir:
Que para que la muerte sea justa,
Es preciso que la vida sea justa.
El
gran poeta persa...
¿Por qué, amigos, por
qué me dejan solo,
Tan solo?
¿Para dónde se van?