Jorge
Teillier (1935-1996)
CHILE
ANDENES
Te
gusta llegar a la estación
cuando el reloj de pared tictaquea
tictaquea en la oficina del jefe-estación.
Cuando la tarde cierra sus párpados
de viajera fatigada
y los rieles ya se pierden
bajo el hollín de la oscuridad.
Te gusta quedarte en la estación
desierta
cuando no puedes abolir la memoria,
como las nubes de vapor
los contornos de las locomotoras,
y te gusta ver pasar el viento
que silba como un vagabundo
aburrido de caminar sobre los rieles.
Tictaqueo del reloj. Ves de nuevo
los pueblos cuyos nombres nunca
aprendiste,
el pueblo donde querías llegar
como el niño el día
de su cumpleaños
y los viajes de vuelta de vacaciones
cuando eras -para los parientes
que te esperaban-
sólo un alumno fracasado
con olor a cerveza.
Tictaqueo del reloj. El jefe-estación
juega un solitario.El reloj sigue
diciendo
que la noche es el único
tren
que puede llegar a este pueblo,
y a ti te gusta estar inmóvil
escuchándolo
mientras el hollín de la
oscuridad
hace desaparecer los durmientes
de la vía.
NOSTALGIAS DEL FAR WEST
a Mary Crow
No
soy un General activo ni en retiro
y sólo he sentido silbar
balas en mis oídos
en las matinees de los miércoles
y domingos
en el Teatro Real del pueblo.
Allí
aprendí que la justicia se
hacía al margen de la Ley,
que estaba a cargo de Tom Mix, o
Shane el Desconocido
Al final los pillos, los malos y
los delatores
serían castigados
y el jovencito se casaría
con la niña.
Añoro
los grandes espacios-trigales de
las llanuras,
en estos valles estrechos y áridos
"donde el silencio se amortaja
como si estuviera muerto"
y me llama la sirena de un bar de
Tucson o Fort Collins.
No
me gusta Bufalo Bill, torpe cazador
de bisontes,
que vendió a Calamity Jane
como artista de circo.
Estoy al lado de Sitting Bull y
Crazy Horse
que decía que todos los blancos
estaban locos
tan locos como Custer que murió
con las botas puestas
junto a su regimiento de asesinos
de niños y mujeres
no sin antes pedirle un dia de tregua
a los Sioux para escapar.
Nostalgias
del Far West. Nostalgias de Globe-Trotters
y de los pioneros.
Saludo a los Hermanos Clayton y
Doc Holiday
el mejor pistolero y dentista del
O.K. Corral.
Estoy donde Don Rocha frente a un
vaso de whisky.
Si, nostalgias del Far West, nostalgia
de rebaños
y trigales infinitos, de lunas azules
y de un tiempo sin tiempo.
EL VIENTO DE LOS LOCOS
Sopla el viento por las calles.
El viento de los locos.
El viento de los locos.
Las brujas
hacen que enciendas fuego en la
chimenea
al mediodía del pleno verano,
los niños descalzos abandonan
en el atajo sus morrales de piel
de conejo
y no volverán más
a la escuela.
Tú ya no distingues una garza
de un halcón.
Esta
noche
sopla el viento norte,
el viento de los locos
y tú recuerdas a las bellas
de otros días
que ahora se pasean insomnes
por los corredores de tristes pensiones
sin siquiera pensar en hacer el
amor:
María, Ana María,
Mariana, María Antonia.
Nadie
te va a mostrar como florece la
higuera.
Ninguna niña te llevará
de la mano
para que despiertes junto a las
pimpinelas.
Nadie puede ayudarte:
ni el canto de los escarabajos ni
la brújula de los girasoles.
El viento te lleva a una isla desierta
donde nunca llegará un arca
ni construirás una canoa.
Sopla
el viento de los locos
y hace que tu cerebro se llene de
agujeros
por donde entra el vino
que te hace soñar en trenes
de los cuales eres el unico pasajero
que parte hacia lugares
donde cuchillos y tijeras trabajan
todo el día en tu corazon.
CARTA
DE LLUVIA
Si
atraviesas las estaciones
conservando en tus manos hechas
cántaro
la lluvia de la infancia que debíamos
compartir,
nos reuniremos en el lugar
en donde los sueños corren
jubilosos
como ovejas liberadas del corral
y en donde brillará sobre
nosotros
la estrella que nos fuera prometida.
Pero
ahora te envío esta carta
de lluvia
que te lleva un jinete de lluvia
por caminos acostumbrados a la lluvia.
Ruega
por mí, reloj,
en estas horas monótonas
como ronroneos de gato.
He vuelto a la casa que conserva
las cenizas
que hacen renacer a los fantasmas
que odio.
Alguna vez salí al patio
a decirles a los conejos
que el amor había muerto.
Aquí no debo recordar a nadie,
aquí debo olvidar la colina
de los aromos
porque la mano que cortó
aromos
ahora cava una fosa.
El
pasto ha crecido demasiado como
para arrancarlo.
En el techo de la casa vecina
se pudre una pelota de trapo
dejada allí por un niño
muerto.
Entre las tablas del cerco me miran
rostros
que creía olvidados,
y mi amigo espera en vano que en
el río
centellee su buena estrella.
Tú,
como en mis sueños, vienes
atravesando las estaciones
con la lluvia de la infancia
en tus manos hechas cántaro.
En el invierno nos reunirá
el fuego
que encenderemos juntos.
Nuestros cuerpos harán las
noches tibias
como el aliento de los bueyes,
y al despertar veré que el
pan sobre la mesa
tiene un resplandor más grande
que el de los planetas enemigos
cuando lo partan tus manos de adolescente.
Pero
ahora te envío una carta de
lluvia
que te lleva un jinete de lluvia
por caminos acostumbrados a la lluvia.