SOBRE
LA MURALLA DEL TIEMPO LA PALABRA
MAS ALTA
Sergéi
Esenin -
Rusia
(1895-1925)
TODOS
NOS MARCHAMOS LENTAMENTE...
Todos nos marchamos lentamente
al país del silencio y la
quietud.
Quizás yo muy pronto también
deba
preparar mi equipaje mortal.
¡Queridos bosques de abedules!
¡Tú, mi tierra y arena
de las llanuras!
¡Cómo ocultar mi tristeza
ante la multitud de los que parten!
Amé demasiado en este mundo
todo lo que troca el espíritu
en carne.
¡Paz a los pobos que alargan
sus ramas
para mirarse en el agua rosada!
¡Cuántas cosas he pensado
en el silencio!
¡Cuántas canciones
compuse a mí mismo!
Y soy feliz porque respiré
y viví
sobre esta tierra sombría.
Feliz porque besé a las mujeres,
ajé las flores y me revolqué
en el pasto,
y a los animalillos, nuestros hermanos
menores,
jamás golpeé en la
cabeza.
Sé que allá no florecen
los abedules
ni tintinea el centeno su cuello
de cisne.
Por eso siento pena
ante la multitud de los que parten.
Sé que en ese país
no existirán
estos trigales que brillan en la
oscuridad.
Por eso me son tan queridos
los que viven conmigo en este mundo.
HASTA PRONTO AMIGO MÍO....
(Manuscrito
escrito con sangre que se encontró
en la habitación donde Sergéi
Esenin se suicidó)
Hasta
pronto, amigo mío, hasta
pronto,
querido mío, te llevo en
el corazón.
La separación predestinada
promete un nuevo encuentro.
Hasta pronto, amigo mío,
sin gestos ni palabras,
no te entristezcas ni frunzas el
ceño.
En esta vida el morir no es nuevo
y el vivir, por supuesto, no lo
es.
SOY
EL ÚLTIMO POETA DE LA ALDEA...
Soy el último poeta de la aldea,
mis cantos son humildes como un puente
de madera.
Asisto a la misa final entre abedules
que inciensan el aire con sus hojas.
Se extinguirá la dorada llama
de este cirio de cera humana
y el remoto reloj de la luna
gruñirá mi postrer campanada.
Pronto saldrá el huésped
de hierro
al sendero del campo azul,
sus negras manos recogerán
la avena derramada por la aurora.
¡Muertas manos, palmas extrañas,
no vivirán entre vosotras mis
canciones!
Sólo los corceles de las espigas
llorarán por los viejos amos.
El viento acallará sus relinchos
mientras baila la danza del adiós...
Y el remoto reloj de la luna
gruñirá mi postrer campanada.