SOBRE
LA MURALLA DEL TIEMPO LA PALABRA
MAS ALTA
Delmira
Agustini
- URUGUAY
(1886-1914)
VISIÓN
¿Acaso fue en marco de ilusión,
En el profundo espejo del deseo,
O fue divina y simplemente en vida
Que yo te ví velar mi sueño
la otra noche?
En mi alcoba agrandada de soledad
y miedo,
Taciturno a mi lado apareciste
Como un hongo gigante, muerto y
vivo,
Brotado en los rincones de la noche
Húmedos de silencio,
Y engrasados en sombra y soledad.
Te inclinabas a mí supremamente,
Como a la copa de cristal de un
lago
Sobre el mantel de fuego del desierto;
Te inclinabas a mí, como
un enfermo
De la vida a los opios infalibles
Y a las vendas de piedra de la Muerte;
Te inclinabas a mí como el
creyente
A la oblea de cielo de la hostia...
-Gota de nieve con sabor de estrellas
Que alimenta los lirios de la Carne,
Chispa de Dios que estrella los
espíritus-.
Te inclinabas a mí como el
gran sauce
De la melancolía.
A las ondas lagunas del silencio;
Te inclinabas a mí como la
torre
De mármol del Orgullo,
Minada por un monstruo de tristeza,
A la hermana solemne de tu sombra...
Te inclinabas a mí como si
fuera
mi cuerpo la inicial de tu destino
En la página oscura de mi
lecho;
Te inclinabas a mí como al
milagro
De una ventana abierta al más
allá.
¡Y te inclinabas más
que todo eso!
Y era mi mirada una culebra
Apuntada entre zarzas de pestañas,
Al cisne reverente de tu cuerpo.
Y era mi deseo una culebra
Glisando entre los riscos de la
sombra
¡A la estatua de lirios de
tu cuerpo!
Tú te inclinabas más
y más... y tanto,
Y tanto te inclinaste,
Que mis flores eróticas son
dobles,
Y mi estrella es más grande
desde entonces,
Toda tu vida se imprimió
en mi vida...
Yo esperaba suspensa el aletazo
Del abrazo magnífico; un
abrazo
De cuatro brazos que la gloria viste
De fiebre y de milagro, será
un vuelo!
Y pueden ser los hechizados brazos
Cuatro raíces de una raza
nueva;
Y esperaba suspensa el aletazo
Del abrazo magnífico...
¡Y cuando,
Te abrí los ojos como un
alma, y vi
Que te hacías atrás
y te envolvías
En yo no se qué pliegue inmenso
de la sombra!
Si otra vez, hacia el sol, cruzas
mi vida
llamándo a incendio con tañidos
de oro, cura en mis labios la tremenda
herida
que nadie cierra...bésame,
lo imploro.Son mis últimos
versos, Ugarte.
MIS AMORES
Hoy han vuelto.
Por todos los senderos de la noche
han venido
A llorar en mi lecho.
¡Fueron tantos, son tantos!
Yo no sé cuáles viven,
yo no sé cuál ha muerto.
Me lloraré a mi misma para
llorarlos todos.
la noche bebe el llanto como un
pañuelo negro.
Hay cabezas doradas al sol, como
maduras...
Hay cabezas tocadas de sombra y
de misterio,
cabezas coronadas de una espina
invisible,
cabezas que sonrosa la rosa del
ensueño,
cabezas que se doblan a cojines
de abismo,
cabezas que quisieran descansar
en el cielo,
algunas que no alcanzan a oler a
primavera,
y muchas que trascienden a flores
del invierno.
Todas esas cabezs me duelen como
llagas...
Me duelen como muertos...
¡Ah!... y los ojos... los
ojos me duelen más: ¡son
dobles!...
Indefinidos, verdes, grises, azules,
negros,
abrasan si fulguran;
Son caricia, dolor, constelación,
infierno.
Sobre toda su luz, sobre todas sus
llamas,
se iluminó mi alma y se templó
mi cuerpo.
Ellos me dieron sed de todas esas
bocas...
De todas esas bocas que florecen
mi lecho:
vasos rojos o palitos de miel o
de amargura,
con lises de armonía o rosas
de silencio
de todos estos vasos donde bebí
la vida,
de todos estos vasos donde la muerte
bebo...
El jardín de sus bocas venenosos,
embriagante,
en donde respiraba sus almas y sus
cuerpos,
humedecido en lágrimas
ha cercado mi lecho...
Y las manos, las manos colmadas
de destinos
secretos y alhajadas de anillos
de misterio...
Hay manos que nacieron con guantes
de caricia,
manos que están colmadas
de la flor del deseo,
manos en que se siente un puñal
nunca visto,
manos en que se ve un intangible
centro;
pálidas o morenas, voluptuosas
o fuertes,
en todas, todas ellas puede engarzar
un sueño.
Con tristeza de almas,
se doblegan los cuerpos,
sin velos, santamente
vestidos de deseo.
Imanes de mis brazos, panales de
mi entraña,
como a invisible abismo se inclinan
en mi lecho...
¡Ah, entre todas las manos
yo he buscado tus manos!
Tu boca entre la bocas, tu cuerpo
entre los cuerpos,
de todas las cabezas yo quiero tu
cabeza,
de todos esos ojos, tus ojos sólo
quiero.
Tú eres el más triste,
por ser el más querido,
tú has llegado el primero
por venir de más lejos...
¡ Ah, la cabeza oscura que
no he tocado nunca
y las pupilas claras que miré
tanto tiempo!
Las orejas que ahondamos la tarde
y yo inconscientes,
la palidez extraña que doblé
sin saberlo,
ven a mí: mente a mente;
ven a mí: cuerpo a cuerpo.
Tú me dirás qué
has hecho de mi primer suspiro,
tú me dirás qué
has hecho del sueño de aquel
beso...
me dirás si lloraste cuando
te dejé solo...
¡Y me dirás si has
muerto!...
Si has muerto,
mi pena enlutará la alcoba
plenamente,
y estrecharé tus hombros
hasta apagar mi cuerpo.
Y en el silencio ahondado de tiniebla,
y en la tiniebla ahondada de silencio,
nos velará llorando, llorando
hasta morirse,
nuestro hijo: el recuerdo.