SOBRE
LA MURALLA DEL TIEMPO LA PALABRA
MAS ALTA
Rosario
Castellanos
- MÉXICO
(1925-1974)
DOS
POEMAS
1
Aquí
vine a saberlo. Después de
andar golpeándome
como agua entre las piedras y de
alzar roncos gritos
de agua que cae despedazada y rota
he venido a quedarme aquí
ya sin lamento.
Hablo no por la boca de mis heridas.
Hablo
con mis primeros labios. Las palabras
ya no se disuelven como hiel en
la lengua.
Vine
a saberlo aquí: el amor no
es la hoguera
para arrojar en ella nuestros días
a que ardan como leños resecos
u hojarasca.
Mientras escribo escucho
cómo crepita en mí la
última chispa
de un extinguido infierno.
Ya no tengo más fuego que el
de esta ciega lámpara
que camina tanteando, pegada a la
pared
y tiembla a la amenaza del aire más
ligero.
Si muriera esta noche
sería sólo como abrir
la mano,
como cuando los niños la abren
ante su madre
para mostrarla limpia, limpia de tan
vacía.
Nada me llevo. Tuve sólo un
hueco
que no se colmó nunca. Tuve
arena
resbalando en mis dedos. Tuve un gesto
crispado y tenso. Todo lo he perdido.
Todo se queda aquí: la tierra,
las pezuñas
que la huellan, los belfos que la
triscan,
los pájaros llamándose
de una enramada a otra,
ese cielo quebrado que es el mar,
las gaviotas
con sus alas en viaje,
las cartas que volaban también
y que murieron
estranguladas con listones viejos.
Todo se queda aquí: he venido
a saber
que no era mío nada: ni el
trigo, ni la estrella,
ni su voz, ni su cuerpo, ni mi cuerpo.
Que mi cuerpo era un árbol
y el dueño de los árboles
no es su sombra, es el viento.
2
En
mi casa, colmena donde la única
abeja
volando es el silencio,
la soledad ocupa los sillones
y revuelve las sábanas del
lecho
y abre el libro en la página
donde está escrito el nombre
de mi duelo.
La soledad me pide, para saciarse,
lágrimas
y me espera en el fondo de todos
los espejos
y cierra con cuidado las ventanas
para que no entre el cielo.
Soledad, mi enemiga. Se levanta
como una espada a herirme, como
soga
a ceñir mi garganta.
Yo no soy la que toma
en su inocencia el agua;
no soy la que amanece con las nubes
ni la hiedra subiendo por las bardas.
Estoy sola: rodeada de paredes
y puertas clausuradas;
sola para partir el pan sobre la
mesa,
sola en la hora de encender las
lámparas,
sola
para decir la oración de
la noche
y para recibir la visita del diablo.
A veces mi enemiga se abalanza
con los puños cerrados
y pregunta y pregunta hasta quedarse
ronca
y me ata con los garfios de un obstinado
diálogo.
Yo callaré algún día;
pero antes habré dicho
que el hombre que camina por la
calle es mi hermano,
que estoy en donde está
la mujer de atributos vegetales.
Nadie, con mi enemiga, me condene
como a una isla inerte entre los
mares.
Nadie mienta diciendo que no luché
contra ella
hasta la última gota de mi
sangre.
Más allá de mi piel
y más adentro
de mis huesos, he amado.
Más allá de mi boca
y sus palabras,
del nudo de mi sexo atormentado.
Yo no voy a morir de enfermedad
ni de vejez, de angustia o de cansancio.
Voy a morir de amor, voy a entregarme
al más hondo regazo.
Yo no tendré vergüenza
de estas manos vacías
ni de esta celda hermética
que se llama Rosario.
En los labios del viento he de llamarme
árbol de muchos pájaros.
EL
DESPOJO
Me arrebataron la razón del
mundo
y me dijeron: gasta tus años
componiendo
este rompecabezas sin sentido.
No
hay más. Un acto es una estatua
rota.
Una palabra es sólo
la imagen deformada en un espejo.
¿Qué
vas a amar? ¿Un cuerpo que
se pudre
-ese pantano lento en que te ahogas-
o un alma que no existe?
¿Qué
puedes esperar? El tiempo es lo
continuo
y si dices "mañana"
mientes, pues dices "hoy".
Ni
siquiera se muere. Algo muy leve
cambia
y sigues, dura, en piedra; creciendo
en vegetal
y otra vez despertando en lo que
eras.
Otra
vez. Otra vez.
Me
dijeron: no busques. Nada se te
ha perdido.
Y
los vi desde lejos
ocultar lo que roban y reír.
LO
COTIDIANO
Para el amor no hay cielo, amor,
sólo este día;
este cabello triste que se cae
cuando te estás peinando
ante el espejo.
Esos túneles largos
que se atraviesan con jadeo y asfixia;
las paredes sin ojos,
el hueco que resuena
de alguna voz oculta y sin sentido.
Para
el amor no hay tregua, amor. La
noche
no se vuelve, de pronto, respirable.
Y cuando un astro rompe sus cadenas
y lo ves zigzaguear, loco, y perderse,
no por ello la ley suelta sus garfios.
El encuentro es a locuras. En el
beso se mezcla
el sabor de las lágrimas.
Y en el abrazo ciñes
el recuerdo de aquella orfandad,
de aquella muerte.
DESAMOR
Me vio como se mira al través
de un cristal
o del aire
o de nada.
Y
entonces supe: yo no estaba allí
ni en ninguna otra parte
ni había estado nunca ni
estaría.
Y
fui como el que muere en la epidemia,
sin identificar, y es arrojado
a la fosa común.