Salomón
de la Selva (1893-1958)
NICARAGUA
PRISIONEROS
Son gente.
De eso no cabe duda.
Gente como nosotros,
que come, que duerme, que se entume,
que suda,
que odia, que ama.
Gente como toda la gente,
y sin embargo - diferente.
Como les hemos arrancado
todos los botones,
caminan agarrándose
los pantalones,
y llevan el cuerpo doblegado.
Pudiera ser cansancio,
pero no es eso.
Pudiera ser vergüenza
En fin, qué nos importa:
¡Son nuestros prisioneros!
Está prohibido darles cigarrillos.
Bien. Se los daré a escondidas.
Alguno de ellos debe haber leído
a Goethe; o será de la familia
de Beethoven,
de Kant; o sabrá tocar el
violoncelo
LA BALA
La bala que me hiera
será bala con alma.
El alma de esa bala
será como sería
la canción de una rosa
si las flores cantaran
o el olor de un topacio
si las piedras olieran,
o la piel de una música
si nos fuese posible
tocar a las canciones
desnudas con las manos.
Si me hiere el cerebro
me dirá: yo buscaba
sondear tu pensamiento.
Y si me hiere el pecho
me dirá: (Yo quería
decirte que te quiero!
VERGÜENZA
Éste era zapatero,
éste hacía barriles,
y aquél servía de
mozo
en un hotel de puerto
Todos han dicho lo que eran
antes de ser soldados;
¿y yo? ¿Yo qué
sería
que ya no lo recuerdo?
¿Poeta? ¡No! Decirlo
me daría vergüenza.
HERIDOS
He visto a los heridos:
¡Qué horribles son
los trapos manchados de sangre!
Y los hombres que se quejan mucho;
y los que se quejan poco;
y los que no han dejado de quejarse!
Y las bocas retorcidas de dolor;
y los dientes aferrados;
y aquel muchacho loco que se ha
mordido la lengua
y la lleva de fuera, morada, como
si lo hubieran ahorcado!
CARTA [3]
Ya me curé de la literatura.
Estas cosas no hay cómo contarlas.
Estoy piojoso y eso es lo de menos.
De nada sirven las palabras.
Está haciendo frío
por unas razones muy sencillas
que no recuerdo ahora.
Tal vez porque es invierno.
Unos libros forrados
que hallarás en mi casa
explican con lucidez indiscutible
la razón de las temperaturas.
Cuando me escribas, dime
por qué hay calor y frío.
¡Fuera horroroso
morirme en la ignorancia!
Las luces Verey son
lo más bello del mundo.
La No Man's Land parece
un país encantado.
He visto mi propia sombra
alargarse al infinito.
Y me han brotado mil sombras
rápidas de los pies.
Y se han ido estirando
más veloces que un sueño;
y después han corrido
de nuevo a mis zapatos.
Todavía les tengo
más temor a las sombras que
a las balas.
Aunque son un encanto
las luces: verdes, blancas,
azules, amarillas
Me he diluido en sombras
y me he ido corriendo
a más allá del mundo.
Me han parecido música
las luces. Me he sentido
el Prometeo de Scriabin.
Después me ha dado espanto.
Unos libros forrados
que hallarás en mi casa
explican con lucidez indiscutible
el por qué de los miedos.
Cuando me escribas, dime
cómo se es valiente.
¡Fuera horroroso
morirme en la ignorancia!
(Selección
de El soldado desconocido, [publicado
en México, en 1922, con ilustraciones
de Diego Rivera]