Margarita
Michelena (1917-1998)
MEXICO
LA
DESTERRADA
I
Yo no canto
para dejar testimonio de mi estancia,
ni para que me escuchen los que
conmigo mueren,
ni para sobrevivirme en las palabras.
Canto para salir de mi rostro en
tinieblas
a recordar los muros de mi casa,
porque entrando en mis ojos quedé
ciega
y a tientas reconozco, cuanto canto,
el infinito umbral de mi morada
II
Cuando
me dividiste de ti, cuando me diste
el país de mi cuerpo y me
alejaste
del jardín de tus manos,
yo tuve, en prenda tuya, las palabras
temblorosas
espejos donde a veces sorprendo
tus señales.
Sólo tengo tus palabras,
sólo tengo
mi voz infiel para buscarte.
Reino oscuro de enigmas me entregaste
y un ángel que me hiere cuando
te olvido y callo
y es lengua doliente y una copa
sellada.
Esto es la poesía. No un
don de fácil música
ni una gracia riente.
Apenas una forma de recordar, apenas
-entre el hombre y tu orilla-
una señal, un puente.
Por él voy con mis pasos,
con mi tiempo y mi muerte,
llevando en estas manos prometidas
al polvo
que de ti me separa, que en otra
me convierte
y que es mi frontera inexpugnable.
Un hilo misterioso, una escala secreta,
una llave que a veces abre puertas
de sombra,
una lejana punta del velo centelleante.
Esto tengo y nada más. Una
manera
de zarpar por instantes de mi carne,
del límite y del nombre que
me diste,
del ser y el tiempo en que me confinaste.
Has querido dejarme un torpe vuelo,
la raíz de mis alas anteriores
y este nublado espejo, teatro apenas
de la memoria que me arrebataste.
Y yo que fui contigo solamente
una sonora gota de tu música
oceánica,
lloro bajo la cifra de mi nombre,
en esta soledad de ser yo misma,
de ser entre mi sangre un nostálgico
huésped
que su idioma ha olvidado, mas no
olvida
que es hoja separada de su ramo
celeste.
III
Pero voy caminando hacia el retorno.
Pero voy caminado hacia el silencio.
Pero voy caminando hacia tu rostro,
allá donde la música
dejó ya de ser tiempo,
allá donde las voces son
todas la voz tuya.
Aún es mi camino de palabras
aún no me disuelves de tu
música,
aún no me confundes y me
salvas.
Mas tú me tomarás
desde el cadáver vacío
de mis pasos,
derribará tu soplo la muralla
y apagará la vacilante antorcha
con que mi voz, abajo, te buscaba.
Recobrarás la espalda
que un ángel puso en mi costado
y este sonoro sello que en mi frente
me señaló un destino
de nostalgia.
Y callaré. Devolveré
este reino
a frágiles palabras.
¿A qué cantar entonces,
si ya habré recordado,
si estará abierta entonces
esta rosa enigmática?